lunes, diciembre 06, 2010

Relatos

Cuando uno se pone a pensar en el pasado, a veces se descubren tantas cosas que habían quedado cubiertas de polvo. Fragmentos de memoria olvidados en algún cajón de esa vieja casa que nunca volvimos a visitar. Y uno se topa con esas personas que estaban y ya no están. Con esas miradas y esas sonrisas, que quedaron atrás, tan atrás. Los momentos, los lugares, los olores, de repente todo vuelve a estar vivo una vez más y recordamos una vez más todo aquello que fue sentido. Las despedidas y los encuentros, los llantos y alegrías, esa lágrima que un amigo secó y esas ilusiones, que sin querer queriendo, archivamos tantos años atrás.

Todo eso esta ahí. Todo guardado para el momento cuando lo queramos desempolvar. Todo tan listo a vivir y por cierto tan muerto a la vez.

Recuerdo haber estado tan enamorada de aquel chico que llegó a media noche a mi fiesta de 15 años. Hoy son casi 10 años de no haberlo visto más. Recuerdo aquella amiga con la que jugaba en casa luego de llegar del colegio, nunca supe de su vida o como cambió. Me recuerdo a mi misma pensando en el futuro incierto, jugando con tantas posibilidades y sin saber a donde ir. A algunas partes de mi tampoco las volví a ver.

El presente es tan furtivo, un parpadeo y ya es pasado. Y solo nos queda un anhelo de futuro y un recuerdo del pasado. De ese pasado que a fin de cuentas, nos relata quienes fuimos, lo que hicimos y nos pide, casi rogando, que sigamos consumiendo futuro y construyendo pasado. Un relato que podamos quizás algún día contar.

No hay comentarios.: